El control de calidad comienza con la comprensión de las diferentes formas en que el color es manejado por cada uno de los dispositivos utilizados en el proceso de producción, incluyendo monitores, escáneres, impresoras en color de baja resolución y la filmadora que reproduce las separaciones finales.

Ser capaz de predecir y obtener los resultados deseados en cada etapa de la producción del documento ayudan a minimizar las variaciones que pueden producirse una vez que el proyecto pasa a la imprenta.

Para mantener este nivel de fidelidad, es necesario ajustar el software y el hardware antes de iniciar la producción, a fin de permitir la lectura de los datos con diferentes modelos de color o por ordenadores diferentes.

Esta etapa se denomina calibrado.

Calibrar un monitor es ponerlo en un funcionamiento óptimo, eliminar cualquier matiz de color que pueda tener al representar los tonos neutros (grises), y conseguir que represente lo mejor posible los detalles de las imágenes en las zonas oscuras (sombras) y en las más claras (luces), al tiempo que representa los tonos medios como tales, sin que sean demasiado oscuros o demasiado claros…

Además, se construye un fichero llamado “perfil de color (ICC)” que describe internamente cómo representa el color ese aparato. Eso permite usar lo que se llama un sistema de administración o gestión del color (colour management), que a su vez permite tratar el color de forma fiable.

En lenguaje claro: Calibrar una pantalla es conseguir que represente el color de forma que lo que se vea sea realmente lo que hay. Eso evita las sorpresas al pasar los trabajos al papel o, simplemente, a otro ordenador.

La base de un sistema de administración o gestión del color comienza irremediablemente en la calibración de las pantalla. Es un objetivo viable… a un precio razonable (entre 200 y 300 euros por calibrador, aproximadamente).

El calibrado del monitor puede ser un proceso continuo: La calidad de lo visualizado en pantalla puede parecer fluctuar a lo largo de la jornada laboral, debido a los cambios físicos que experimenta el observador humano, como fatiga o cansancio ocular. Lo que parece pálido por la mañana puede parecer demasiado brillante por la noche, así una imagen en un ordenador situado en una habitación con luz solar parecerá completamente diferente si se cierran las cortinas. Incluso la elevación de la temperatura del equipo que se produce de manera normal durante su uso puede afectar a la intensidad del color.

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