Ocho alumnos de 16 a 18 años -estudiantes de secundaria- dirigidos por Tom Archinson, fundador de Mavericks Civilian Space Foundation, tienen como objetivo que un cohete de 8 metros y unos 225 kilos de peso pueda alcanzar las estrellas en 42 días.

Este es el reto -The Rocket Project- y el leit motiv –“Hazlo posible con Sony & Intel”- de la campaña que está llevando a cabo Sony y que se puede seguir día a día a través de Web, Facebook, Twitter, Youtube, Flickr… Los chicos, representativos de la sociedad americana y tan multirracial como cualquier anuncio Benetton, son alumnos de secundaria de la rama de ciencias y evidentemente con un expediente prometedor, no podría ser de otra forma.

Tom, el director del proyecto, es un tipo curioso de los que se deben mover exclusivamente por Silicon Valley o aledaños -en nuestro país pocos si es que hay alguno- que después de llevar a cabo diversas empresas de alta tecnología, decide en el 2001 que ya es hora de dedicarse a lo que le gusta… no, no crean, no era un huerto, la caza o la promoción inmobiliaria, sino la exploración del espacio, con el diseño y construcción de cohetes.

A partir de ahí se especializa en temas como aerodinámica del fuselaje, la dinámica computacional de fluidos, materiales compuestos, propulsión… Y así, como si nada, Tom funda Mavericks, la Fundación Espacial Civil, una fundación educativa sin fines de lucro y dedicada a facilitar la investigación del espacio.

Este equipo tendrá que diseñar, construir e incluso controlar el lanzamiento del cohete a través de sus ordenadores. El objetivo es demostrar que la capacidad que actualmente tienen los usuarios con sus equipos portátiles, y especialmente con los nuevos VAIO y sus procesadores Intel, es bastante superior a la capacidad de procesamiento que se tenía cuando se envió el primer cohete a la luna. ¿Eso quiere decir que seamos capaces de hacer algo así? pues evidentemente no, pero si quizás tomar conciencia de las herramientas que actualmente tenemos y de lo poco que quizás le sacamos partido.

Otra historia que me ha llamado la atención esta semana no es otra que la del señor Toyoda, dueño de la empresa automovilística Toyota y que la semana pasada se sentó –de forma voluntaria- en la comisión del Congreso de los Estados Unidos para pedir disculpas y asumir toda la responsabilidad por un error en fabricación de sus coches así como reconocer que “descuidó”, en primera persona, estándares de seguridad. Toyoda no llegó a empuñar su cuchillo y hacerse el sepukku quizás, como comentaba J.M. Benítez Ariza en su artículo de Diario de Cádiz, “…porque seguramente juzgó más urgente reparar el desaguisado y empeñar su palabra en ello…”.

Dos historias ciertamente distintas y distantes aunque nos encontremos cada día más en una aldea global, que sólo resalta las grandes diferencias culturales, educacionales e incluso morales porque ninguna de ellas es imaginable en nuestro país. Un objetivo, un reto, una actitud… los proyectos como motor personal y la excelencia profesional como meta.

Puede que ese cohete no llegue al espacio, puede que aunque el señor Toyoda solucione lo problemas actuales de los coches surjan otros problemas en el futuro, que todo sean gestos de cara a la galería y el objetivo siempre sea el mismo de ganar adeptos y no perder cuota de mercado, pero dios, ¡qué gestos!, que puestas en escena!!!! Después de ellas sólo podemos decir lo que Ruíz Zafón “Hay decepciones que honran a quien las inspiran”.

1 estrella2 estrellas3 estrellas4 estrellas5 estrellas (Por favor valore el contenido)
Cargando...

Hablemos

Si tiene cualquier pregunta somos todo oídos :-)

Enviando

Inicia Sesión con tu Usuario y Contraseña

¿Olvidó sus datos?