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Prince excesivo en todo su ser.

¿Minimalismo o maximalismo? Hace unos días falleció el cantante Prince, un gran genio musical y excesivo hasta la médula. Si una frase le definía era «mucho más», desbordante en esencia y presencia, en talento, puesta en escena y estilismo. Prince se atrevía con todo y nada le sobraba porque todo lo terminaba haciendo suyo. Si el barroquismo tenía un representante actual, era precisamente él.

«Menos es más» «Less is more» -Mies van der Rohe-,»Hacer más con menos» -Buckminster Fuller- o «Menos, pero mejor» -Dieter Rams- opuesto al «Nunca es demasiado» que podrían decir los barrocos, excesivos, maximalistas o anti-minimalistas, y que también se podría reflejar en esa frase que nos torturó en forma de melodía pegajosa y en boca de una niña pedante: «Antes muerta que sencilla».

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Publicidad minimalista

Lenguajes opuestos que se atraen y distancian, el minimalismo como un estilo que se queda en la esencia, en la economía de elementos, pero que no por ello es visualmente «light», ya que es un estilo que puede transmitir una gran fuerza a pesar de la simplicidad que proyecta y profesa. Y el maximalismo, que puede parecernos un estilo lleno de caprichos ostentosos, prescindibles o no, dependiendo de gustos personales, tendencias o momentos.

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Cada uno que lo interprete de la forma que crea más conveniente.

El Minimalismo fue y es uno de los movimientos modernos más importantes que, aunque tiene raíces anteriores, nació formalmente en 1965, en un artículo publicado en la revista Art Magazine del filósofo Richard Wolheim, que utiliza el término “minimal” (mínimo) para referirse a las pinturas de campo de color de Ad Reinhart. Todos conocemos este movimiento y su economía de elementos, su extrema austeridad y su aparente simplicidad para transmitir un mensaje esencial y, no pocas veces, con una gran creatividad y efectividad en esa búsqueda de la esencia del lenguaje del diseño.

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A principio de los 90 se instala como moda el minimalismo, una tendencia que nos trae descanso después de la opulencia del postmodernismo y deconstructivismo. Y es entonces cuando su invasión en el arte, la decoración, publicidad, moda, el diseño de productos, identidades, videojuegos, web y diseño visual en general, lo ha convertido, para unos, en un mantra o religión a la que aferrarse como lo único admisible y, para otros, como un principio algo desgastado e incluso aburrido. Los elementos geométricos, las líneas simples, la escasez de elementos, los colores neutros, las tipografías sin serifa y simples, los fondos planos… son territorio minimalista.

Como respuesta contraria, surge el maximalismo o barroquismo, con un lenguaje complejo, ecléctico y caprichoso. La combinación de estilos, las texturas complejas, la utilización del color sin mesura, la multiplicidad de elementos en un diseño y de capas que se superponen, complejidad visual, el abigarramiento incluso… consiguen un diseño que puede ser un festival para los sentidos o dolor de cabeza para el espectador sensible. Como Charlotte Ríos describe en su libro Maximalism: The Graphic Design of Decadence and Excess –Maximalismo: el diseño gráfico de decadencia y el exceso- , «el maximalismo celebra la riqueza y el exceso en el diseño gráfico.»

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Maximalismo en una portada de la revista IdN

Durante mucho tiempo pareció que el minimalismo era lo in y que el maximalismo estaba demodé, ahora vuelve con fuerza esta tendencia y, como todo, pasará, pero si te apropias de un estilo siempre lo mantendrás vivo y será la moda la que venga y vaya, mientras tu seas la esencia de una personalidad y de un estilo creativo.

Sobre maximalismo en el diseño.

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