Esta semana tuvimos la visita de un diseñador y representante de la empresa Zana Design, un estudio especializado en el servicio de diseño y desarrollo de productos y con experiencia en sectores como el mobiliario, iluminación, industrial, consumo… Pese a que llevan cuatro años trabajando la verdad es que, tengo que confesarlo, no tenía ni idea de su existencia, por lo que mi primera reacción fue una grata sorpresa al saber que en una provincia como la nuestra haya gente que se aventure a trabajar en algo tan complejo comercialmente, como el diseño y desarrollo de productos. Así que ole por ellos!!!
A lo largo de la conversación Tomás me contaba lo que hacían, me mostraba diferentes proyectos realizados y hablábamos de diseño. A medida que seguíamos en la conversación percibía que evidentemente teníamos puntos en los que podíamos coincidir, pero también muchos en los que discrepábamos y referidos a nuestra diferente concepción sobre el papel del diseñador. Creo –al menos eso fue lo que entendí- que su idea sobre el diseñador estaba más cercana a la de un artista y conceptualizador global capaz de desarrollar su trabajo en cualquier ámbito y disciplina del diseño en general, mientras que mi trazo sobre el perfil de este profesional estaba más en la línea de la especialización en un área –que cada día me parece más compleja e inabarcable- así como en la necesidad de ponerse al servicio del mensaje a proyectar, por lo que su creatividad se encuentra limitada por los condicionantes del trabajo.
He de reconocer que a medida que voy cumpliendo años en la profesión tengo la sensación de saber menos, tener las cosas menos claras y más por profundizar en sus diversas vertientes sin salir del ámbito de la comunicación gráfica y sus soportes tanto físicos como digitales.
Entendía que su idea sobre el papel del diseñador era más la “artista”, “diseñador estrella” o “diseñador de nombre” que se ha convertido casi en una marca que la vende directamente en diferentes soportes y productos o bien una marca de diseño que aparece junto al objeto, producto, campaña, trabajo de diseño que haya desarrollado, del tipo “diseñado por” como un elemento más del mix de marketing.
Mientras hablábamos pensaba en una serie de frases que todos hemos leído en alguna ocasión sobre el papel del diseñador o el rol del diseñador y que en algunos casos suena hasta un tanto duro, del tipo:
“un diseñador no es un artista”
“el diseño no es un medio de expresión para el diseñador sino para quien lo contrata”
“el profesional debe renunciar a su proyección artística, al menos, a través de su trabajo”
“… a diferencia de un artista plástico, el diseñador no debe permitir que el mensaje se vea alterado por un estilo propio reconocible”
Creo que en un mundo cada día más saturado de productos, servicios o mensajes, se hace cada día más imprescindible la investigación en áreas específicas para conseguir encontrar soluciones efectivas y un espacio en el mercado así como en la mente del consumidor.
Creo que es complicado intentar ser un diseñador conceptualizador de cualquier cosa, ya que eso puede conllevar al consabido dicho del “maestro liendre, que de todo sabe y de nada entiende”. Ser un buen profesional para mí significa conocer lo máximo posible de un determinado campo, actualizar esos conocimientos y estar en continuo proceso de aprendizaje, análisis y observación. Los procesos de conceptualización no son los mismos cuando estamos trabajando con objetos, con mensajes, con espacios, con productos… Y en cualquiera de estas disciplinas ya resulta suficientemente complicado hacer la traslación del concepto a la forma adecuada.
Creo, dudo y sigo dudando sobre el papel de una profesión y al final sólo puedo hacer mía y tener como consuelo esa afirmación de que “quien duda siempre es un indeciso –quizás esté en esa tesitura-, quien no duda nunca un estúpido”.